martes, 4 de marzo de 2014

HIROSHIMA, MON AMOUR (1959)




Ayer falleció en París el director francés Alain Resnais (1922-2014) a la edad de 91 años. Han querido los hados que la funesta noticia de su deceso haya coincidido en el tiempo con la Ceremonia de entrega de los Oscars de la Academia, esa feria de las vanidades que se organiza todos los años al otro lado del Atlántico, por lo que la repercusión de su muerte se ha visto tristemente ensombrecida en los medios de comunicación generalistas por las noticias relacionadas con el palmarés de dichos premios. Como quiera que Resnais ha sido uno de los directores fundamentales del cine europeo, no quisiera dejar pasar la ocasión sin hacer un análisis crítico en profundidad de la que sin duda es la gran obra maestra de su filmografía.

'Hiroshima, mon amour', la ópera prima de Resnais, es probablemente una de las películas más bellas de la Historia del Cine. Uno de esos films que, si me viese obligado a escoger personalmente tan sólo 10 películas para salvarlas de las llamas de un holocausto nuclear, estaría sin duda entre mis elegidas, puesto que es una de mis favoritas de siempre.

Basada en un guión de la prestigiosa escritora Marguerite Duras (madrina del movimiento literario conocido como 'nouveau roman') y con una maravillosa fotografía en blanco y negro a cargo del maestro Sacha Vierny, la película de Resnais se convirtió de inmediato en un film-manifiesto, dando en 1959 el pistoletazo de salida (junto a 'Los 400 Golpes' de François Truffaut) al movimiento que por entonces dio en llamarse como 'nouvelle vague'. Si bien Resnais nunca llegó a formar parte plenamente de aquel grupo de jóvenes cineastas que integraron la nueva ola del cine francés (como el mencionado Truffaut, Jean-Luc Godard, Claude Chabrol, Louis Malle o Jacques Rivette, todos ellos enfants terribles escapados de la sección de crítica cinematográfica de la mítica revista 'Cahiers du Cinéma') su film resultó tan vanguardista, experimental e innovador que en aquellos años propició el surgimiento de los nuevos cines en todo el mundo durante la bulliciosa década de los 60.

'Hiroshima, mon amour' narra la historia de un amor imposible, un amor de 24 horas, el de una actriz francesa (Emmanuèle Riva, en el personaje de 'Ella') y un arquitecto japonés (Eiji Okada, en el papel de 'Él'). Tras finalizar la filmación de una película en Hiroshima centrada en los estragos provocados por la radiación atómica sobre su población civil (15 años después del lanzamiento de las bombas nucleares sobre Japón durante la Segunda Guerra Mundial) la actriz entabla un affaire amoroso con un arquitecto japonés durante la última noche de estancia del equipo de rodaje en un hotel en tierras niponas. Ambos son dos completos desconocidos, y lo que en un principio parece un simple escarceo, una breve aventura sexual, empieza a complicarse cuando ella comienza a recordar una historia de amor sucedida en Francia 15 años antes, durante la ocupación militar alemana, en un pequeño pueblo rural llamado Nevers. Allí, siendo adolescente, había vivido un intenso romance con un joven soldado alemán del ejército nazi que resultaba muerto tras la liberación, mientras que ella sufría posteriormente la represión de sus propios vecinos, acusada de colaboracionismo. El problema es que el arquitecto japonés le recuerda poderosamente a aquel soldado, su primer y único amor. La película se convierte entonces en una larga conversación por las calles de la ciudad entre los dos amantes en la que ella, en un ejercicio de introspección, se entrega completamente a él, confesándole sus sentimientos más íntimos y los secretos de su pasado. La identidad y personalidad del soldado alemán se terminan yuxtaponiendo sobre la del arquitecto japonés en la mente de la actriz.

La película sostiene íntegramente sus 90 minutos de metraje en la soberbia interpretación de sus dos actores principales (completamente mimetizados con sus personajes, interiorizando el discurso de Resnais) y en los magníficos diálogos escritos por Marguerite Duras, auténtica prosa poética basada en la aliteración y en la repetición rítmica de ciertos patrones de sonido en determinadas palabras. En ese sentido, 'Hiroshima' resulta una película tremendamente literaria, cuyo visionado debe hacerse obligatoriamente en versión original, para poder degustar como es debido el delicioso declamado en francés de sus textos.

'Hiroshima' también resultó innovadora por su acertada mezcla de cine documental y ficción. Las imágenes que abren el film son completamente reales, filmadas por el ejército nipón en improvisados hospitales de campaña apenas unos días después del lanzamiento de la bomba atómica sobre Hiroshima, para documentar los daños producidos sobre la población superviviente. Encoge el corazón ver esas grabaciones, las heridas y el sufrimiento de los hombres, mujeres y niños que tuvieron la desgracia de sobrevivir al fuego nuclear: cuerpos retorcidos en quemaduras increíbles, mujeres que comenzaban a perder el cabello por la radiación, ancianos con miembros amputados (incluso, no lo olvidaré nunca, una niña a la que le faltaba la mandíbula)... Unas imágenes completamente desgarradoras, acompañadas por la voz en off de Emmanuèle Riva. Un alegato en contra del olvido de aquella masacre y un llamamiento, 15 años después del suceso, para que una barbarie similar no vuelva a repetirse jamás en ningún lugar del planeta.

Pero si por alguna razón resultó rupturista y revolucionaria esta película fue sin duda por su atrevido montaje. 'Hiroshima' fue el primer film en la historia de la cinematografía en no respetar la narración lineal, sino que Resnais hizo un uso tremendamente innovador para la época de breves secuencias de flashback intercaladas entre las secuencias principales, para sugerir la idea de que dichos flashbacks eran fragmentos de recuerdos evocados fugazmente por sus protagonistas. Puede que el espectador actual no alcance a apreciarlo, puesto que este recurso ha sido utilizado miles de veces en cientos de películas desde entonces, pero en 1959 los saltos hacia delante y hacia atrás en el tiempo eran algo que nunca antes se había visto. En ese sentido, esta película hizo avanzar el lenguaje cinematográfico a pasos agigantados, de la misma manera que Orson Welles lo hiciera en 1941 con 'Ciudadano Kane'. Tanto es así que el crítico americano Leonard Martin llegó a comparar las aportaciones realizadas por esta película con las de 'El Nacimiento de una Nación' de Griffith. El cineasta Eric Rohmer afirmó en su momento lo siguiente: 'Creo que en pocos años, quizás diez, veinte o treinta años, nos daremos cuenta que Hiroshima, mon amour ha sido la película más importante desde la Segunda Guerra Mundial, la primera película moderna del cine sonoro'.

Aunque, más allá de los numerosos hallazgos formales que puedan encontrarse entre los fotogramas de esta cinta, la película sobresale y es recordada por el público por ser un auténtico poema visual. Puro cine poético, de un lirismo apasionado y arrebatador. La mayoría de obras 'vanguardistas' (que no de vanguardia) no le llegan a esta ni a la suela de los zapatos, ya que sus autores no saben escribir con imágenes. Sólo buscan un falso rupturismo, la provocación por la provocación, sin entender la sutilidad de las metáforas empleadas por Resnais en este film. La historia de 'Hiroshima' no puede ser más romántica, ni más triste, ni más desoladora. Es fácil para el espectador que haya estado alguna vez enamorado llegar a identificarse con la pareja protagonista o incluso emocionarse hasta el llanto en determinados pasajes de la película. En el fondo, el argumento propuesto por Resnais no es más que una profunda reflexión filosófica sobre el olvido, la naturaleza del amor y el concepto de identidad individual, llegando a la conclusión de que los seres humanos no nos enamoramos de las personas, sino de la idea que nos hacemos de las personas. Y cuando dicha idea se impone sobre algo tan abstracto como el conjunto de vivencias y características personales que denominamos 'identidad', puede llegar a suceder lo que al personaje de Riva: que nunca llega a enamorarse realmente del arquitecto japonés, puesto que no lo ve a él, sino al soldado alemán que una vez conoció y amó, cuya imagen evoca.

'Hiroshima, mon amour' ganó el Premio Internacional de la Crítica del Festival de Cannes de 1959. No pudo optar a ganar la Palma de Oro al no participar dentro de la selección oficial por el veto de la dirección del festival, debido al tema tan delicado que la película trataba (el bombardeo norteamericano de Hiroshima y Nagasaki). La organización tomó esta polémica decisión para evitar quejas formales por parte del gobierno estadounidense, en un momento histórico en que la Guerra Fría se encontraba en pleno apogeo.

Alain Resnais rodaría otras grandes producciones a lo largo de su carrera, como 'El año pasado en Marienbad' (L'Année dernière à Marienbad, 1961) o el musical 'On connaît la chanson' (1997), pero ninguna, a mi entender, tan buena como esta película en la que debutó en el mundo del largometraje. Una obra que todo el mundo debería ver al menos una vez en la vida. CINE en mayúsculas.

Descanse en paz.


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